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8 de marzo de 2010

Cuando damos la vida por sentada...

Cuando nuestros días son atrapados por la rutina, pensamos que todo seguirá siempre igual, que las cosas, el lugar donde vivimos, la gente que tenemos cerca, los afectos, los temores, las pasiones, todo seguirá en su sitio. Sin embargo la vida se mueve, cambia, y si por alguna razón agita su manto, puede en un instante despojarnos de la seguridad que pensamos tener.
Podemos quedar solos, lejos de los afectos, lejos de la abundancia, lejos de los logros y reencontrarnos nuevamente cara a cara con nosotros mismos en esa soledad de la que no podemos escapar.

Al pensar que las cosas siempre estarán con nosotros… nos equivocamos, vamos perdiendo la vida, vamos perdiendo su misterio. Esto no es una idea romántica o algo parecido, no es un eslogan de vivir el ahora, es una realidad. Mucha gente lo vive cada día, lo que ayer parecía tan seguro tan bien hecho, hoy… no está… no queda nada.

Cuando esto sucede nos enfrentamos a nuevos desafíos, nuevas oportunidades. Aunque el alma puede estar triste, o desolada, sabe que el fluir es así, que nada más permanente que el cambio, que nada más permanente que la transformación de instante en instante.

La rutina, la costumbre nos adormece, nos vuelve insensibles, perdemos la capacidad de asombro y simplemente nos acomodamos a la aparente seguridad de los acontecimientos.
Con todo lo que está sucediendo, en Chile, Haití y otros lugares veo cómo en un instante la seguridad del hogar desaparece, los seres que amábamos ya no están para acariciarlos, las rabias, los enojos también se fueron, la dulce mirada, el color de su sonrisa, la ternura de un abrazo, el poder de la palabra, ¡todo cambió!. La seguridad y calidez dejaron simplemente de existir!
Veo la vileza de aquellos insensibles que aprovechan del momento para hozar quitar al que casi nada tiene, aprovechar sus emociones para venderlas al mejor postor, fingir solidaridad… quizá sea porque su luz aún no está prendida, aún no entendieron la magia de construir juntos.

Sin embargo veo también al ser humano, su capacidad de erguirse ante estos cambios, su capacidad de levantarse victorioso, y transformarse en alguien nuevo, volverse más humano, más sensibles, más sencillo, más humilde ante esa fuerza de la naturaleza que es capaz de darte todo y quitarlo en un minuto. Veo el espíritu de unidad que deja entrever su inmanencia, aunque aún nos resistimos a sentirla como verdadera. Veo tolerancia, veo verdadera compasión, veo la esencia de ese ser capaz de encender con una sonrisa el alma de quienes toca. Veo el arrepentimiento y la valentía de devolver lo tomado, en fin veo la grandiosidad de la vida levantándose nuevamente en toda su fuerza, impulsándonos a crecer y entender que todos compartimos la responsabilidad de una vida mejor y más equilibrada.

Este despertar si se puede llamar así nos permite reconocer el milagro de la VIDA, en cada actitud, en cada acción, nos permite reconocer la bondad, la entrega, el amor, la pasión, nos permite reconocer que lo único y verdaderamente real es este instante.

Hoy deseo aprender de los corazones de miles de seres humanos que se levantan ante los cambios de la vida, que se levantan con la fe renovada, que se levantan a pesar de todo, que son capaces de dar lo que no tienen, que son capaces de compartir el empuje de una fuerza que los impulsa hacia adelante a nuevos desafíos, no retornando a lo que eran sino convirtiéndose en seres más grandes y mejores.

Celebremos la vida, celebremos la capacidad de redescubrirnos, de reencontrarnos, como seres humanos dignos de amor, como seres humanos indefensos y sin embargo poderosos, celebremos por ese espíritu indomable que nos permite seguir adelante tomados de las manos.